martes, 10 de abril de 2012

Road Trip Ends


Nota: El post de este día lo publico con varios días de retraso. Sorry. La falta de internet, el viaje eterno de vuelta en el avión y el cansancio y jet lag de la vuelta tienen la culpa, pero aun así, publicado queda. 

Ayer llegamos a casa a las mil quinientas y no me dío tiempo a hacer el blog del día, asi que aquí estoy en el aeropuerto escribiendo las ultimas lineas del viaje. Lo que iba a ser una ruta de vuelta tranquila hacia Toronto, finalmente decidimos dar un pequeño rodeo y visitar también la capital del País, Ottawa.







Nos levantamos tempranito en la cabaña de Val David, para ir a comprar sirope de Arce al mercado del pueblo. Es un mercado donde la gente pone sus puestos y vende las mercancías de sus ranchos una vez al mes, en la escuela del colegio. 

Desde Carnes de diversos tipos, Quesos, embutidos, salmón, mermeladas, aderezos caseros, jabones, hierbas y tés, los pasillos se llenan de amables vendedores que te ofrecen un chupito de licor de arce, un trocito de pastel de frutas o pan casero para que puedas degustar lo ricos que son los productos que sea hacen con cariño y se venden con amor. 

Nosotros compramos casi la totalidad de la producción de sirope de arce de la vendedora de confianza de los padres de Laurence y desayunamos unas salchichas en la barbacoa de fuera del mercado. 








Es curioso que el gobierno surte a los productores de sirope de arce con unas latas genericas con un dibujo común, para su comercialización al por menor. No tienen marca, pero si el mismo dibujo y parece que todos venden el mismo producto, pero en realidad lo de dentro es muy distinto dependiendo de a quién se lo compres. Si no tienes un profesional del sirope que te de referencias, puedes comprar uno malo y el del puesto de al lado con las latas del mismo color, ser extraordinario. You never know. Lo que si está claro es que es mejor comprar el sirope de lata que comprar ese que viene en botellita de plástico para turistas. 


El pueblo de Val David es superbonito. Casitas de madera de todos los colores alrededor de la calle principal, como las de las películas, pero de verdad. Dicen que salvo por que es la temporada del sirope de Arce, esta época no es la más bonita para venir aquí, pero a mi me está pareciendo todo precioso. 

Al parecer en verano puedes hacer acampada y canoa por los ríos, en otoño los paseos por las arboledas de arces con las hojas rojas es espectacular y en invierno, la nieve, el esquí y demás... 

En primavera es cierto que los arboles están pelones, y no termina de hacer frío ni calor. La nieve se deshiela y está todo lleno de barro, pero aún así, tiene un encanto especial. Los parajes aquí son espectaculares. 

Lo que está claro es que tendremos que volver en otra época del año para poder apreciar todos los matices de la belleza del país. 

Salimos finalmente de ruta de vuelta dando un pequeño rodeo, para pasar por Ottawa, capital del país, en la que nuestros anfitriones estuvieron viviendo una temporadita y nos servirían de guias durante unas horillas. Para ello cruzamos por unas carreteras que enlazan Val David con la civilización, y que atraviesan mil lagos y pueblos diminutos y preciosos en los que las carreteras serpentean entre las montañas y suben y bajan por las colinas, en algunos casos peligrosamente por debajo del nivel de los lagos cercanos, lo que hace preguntarnos si en algún momento se desbordarán inundando la carretera y bloqueando los accesos a determinadas poblaciones. 

Sorprendentemente, las decenas de coches de policia que hemos visto a lo largo del viaje se esconden para pillar a los infractores como lo hacen en las peliculas. Detrás de un árbol, en una hondonada, detrás de una casa o al girar una esquina, siempre había coches de policía esperando que fueras un poco más rápido de los permitido para Zás!!! darte el zarpazo. Lo cierto es que acojona su presencia, lo que ralentizó ligeramente nuestro viaje, pero a cambio nos hizo disfrutar más de los paisajes, asi que... todo perfecto. 


Pasamos por el lago Simón y el pueblo Duhamel y antes de llegar a Ottawa hicimos una paradiña en el outlet Winners, en el que pudimos satisfacer nuestras ansias de compras de ropa, si bien en Canada, los precios del outlet no son tan chollo como en EEUU. 

Justo cuando hacíamos las compras Laurence pudo hablar con su amiga Carolene que vive en Ottawa y trabaja de asistente legal en el parlamento de Canada y tuvo la amabilidad de ofrecerse a enseñarnos, en una visita VIP exclusiva para nosotros, el edificio del parlamento y las cámaras del senada y congreso. (A pesar de que ambas se encontraban ya cerradas para las visitas). 

Donde no pudimos subir es a la torre, pero como yo siempre digo, mejor dejarnos algo para el proximo viaje. Tampoco nos dejaron entrar dentro de la sala y sentarnos en el trono de la reina ni en la silla del presidente del gobierno o senado, pero eso era algo con lo que ya contabamos. 
La ciudad de Ottawa es muy curiosa. Tiene un encanto propio de las ciudades pequeñas, ya que todo lo interesante de ver se encuentra cerca, a un paseo de distancia. Los edificios gubernamentales se encuentran alrededor del río y sus exclusas que permiten pasar a los barcos de uno a otro lado. 

Las calles peatonales llenas de comercios y las adyacentes que rodean al mercado, llenas de bares y restaurantes con terrazas, de nuevo muestran una visión más proxima a la de una ciudad grande universitaria, llena de jóvenes, vida nocturna y desarrollo económico. 

Es un contraste curioso ver cómo una ciudad pequeña se comporta y estructura como una ciudad grande, y a la vez conserva barrios en los que una calle principal agrupa edificios bajos y casas de madera a ambos lados de la carretera emulando a los primitivos pueblos del oeste. 

Aunque nos costó aparcar, ya que en la mayoría de calles del centro solo se puede aparcar maximo una hora, encontramos un parking donde dejar el coche y fuimos con Carolene al parlamento. Visitamos su preciosa biblioteca de madera que ha sobrevivido a un incendio que destruyó casi todo el edificio, las salas de los plenos del senado y congreso y los pasillos donde se cuelgan los cuadros de presidentes de senado y congreso, alguno de ellos un poco rarito, pero como pueden elegir al pintor, cada uno se retrata como les sale de los huevos. 

Alrededor del edificio hay un monumento a las mujeres que por primera vez consiguieron que la mujer pudiera votar y la llama que nunca se apaga en homenaje a los caidos por el pais. 

Después de tanta dosis de cultura que no habíamos experimentado durante el resto del viaje, empezó a entrar la gusa y decidimos ir a cenar a un restaurante de la zona del mercado, donde se alinean uno tras otro, reataurantes y bistros de todo tipo, italianos, franceses, americanos... unos especializados en carnes, otros en cervezas, el siguiente en pescado y marisco... 





Ademas aquí en cuanto salen cuatro rayos de sol la gente se pone los tirantes y las chanclas e invade las terrazas sin dejar margen a la duda de si cambiará el tiempo durante el día mientras uno ya ha salido vestido de esa guisa. Así se producen a veces escenas graciosas en las que bellas damas en vestidos ligeros pasan frío si el día se alarga y vuelven a casa cuando el sol ya ha caido. Pero merece la pena aprovechar los escasos rayos de sol que se ofrecen después de un invierno como los que hace en Canada, si bien especialmente este ultimo no ha sido de los más frios y nevados. 

 
La visita a Ottawa duró más de lo previsto y salimos hacia Toronto con mas tristeza que cansancio, pero llegamos a la inversa. 

El viaje había llegado a su fin. Han sido unos días maravillosos, bien aprovechados y con una compañía inmejorable. 

Os diría que llevaré estos días en la memoría para siempre, pero como los que me conoceis sabeis que ando escaso de ese bien tan preciado, y que el motivo de escribir estos blogs principalmente es poder acordarme de los detalles de cada viaje, os diré que recoordaré este viaje, tantas veces como entre de nuevo a leer los bonitos días que pasamos juntos. Y os aseguro que serán muchas veces. 



Un beso enorme y mi agradecimiento (este si, eterno) a Laurence y Andrés y a Louise y Louis, sin cuya generosidad y amabilidad no hubiera sido posible este viaje. 


Hasta el próximo Blog.  

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